sábado, 7 de junio de 2008

Cuando la terredad termina.

Será la vida la que parta para siempre o para nunca, dice un poema de Eugenio Montejo y el latido de sus poemas resuenan más allá de su partida. Su partida es una transfiguración más, como las tantas que poblaron sus textos, junto a lo mítico, la otredad, lo amoroso, la muerte como mero movimiento de lo circular, del tiempo redondo, la casa como refugio, elementos todos de un alfabeto poético particular.

Pero más que hablar de su poesía y su terredad, dejemos que sean sus poemas los que nos hablen hoy, que de los premios y los libros se ha dicho bastante. Quedemos ahora con su voz:

La poesía


La poesía cruza sola,

apoya su voz en el dolor del mundo

y nada pide

-ni siquiera palabras.

Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;

tiene la llave de la puerta.

Al entrar siempre se detiene a mirarnos.

Después abre su mano y nos entrega

una flor o un guijarro, algo secreto,

pero tan intenso que el corazón palpita

demasiado veloz.

y despertamos.

Terredad

Estar aquí por años en la tierra,

con las nubes que lleguen con los pájaros,

suspensos de horas frágiles.

A bordo, casi a al deriva

más cerca de Saturno, más lejanos,

mientras el sol da vuelta y nos arrastras

y la sangre recorre su profundo universo

más sagrado que todos los astros.

Estar aquí en la tierra: no más lejos,

que un árbol, no más inexplicables,

livianos en otoño, henchidos en verano,

con lo que somos o somos, con la sombra,

La memoria, el deseo, hasta el fin

(si hay un fin) voz a voz,

casa por casa,

sea quien lleve la tierra, si la levan,

o quien la espere, si la aguardan,

partiendo juntos cada vez el pan

en dos, en tres, en cuatro,

sin olvidar la parte de la hormiga

que siempre viaja de remotas estrellas

para estar ala hora en nuestra cena

aunque las migas sean amargas.

Güigüe 1918

Esta es la tierra de los míos, que duermen, que no duermen

largo valle de cañas frente a un lago,

con campanas cubiertas de siglos y polvos

que repiten de noche los gallos fantasmas.

Estoy a veinte años de mi vida,

no voy a nacer ahora que hay peste en el pueblo,

las carretas se llenan de cuerpos y parten;

son pocas las zanjas abiertas;

las campanas cansadas de doblar

bajan y cavan

Puedo aguardar, voy a nacer muy lejos de este lago,

de sus mismas;

mi padre partirá con los que queden,

lo esperaré más adelante,

Ahora soy esta luz que duerme, que no duerme;

atisbo por el hueco de los muros,

los caballos se atascan por el fango y prosiguen;

miro la tinta que anota los nombres,

La caligrafía salvaje que imita los pastos.

La peste pasará. Los libros e el tiempo amarillo

seguirán tras las hojas de los árboles.

Palpo el temblor de llamas en velas

cuando las procesiones recorren las calles.

no he de nacer aquí,

hay cruces de zábila en las puertas

que no quieren que nazca;

queda mucho dolor en las casas de barro.

Puedo aguardar estoy a veinte años de mi vida,

soy el futuro que duerme, que no duerme;

la peste me privara de voces que son mías,

tendré que reinventar, cada ademán cada palabra.

Ahora soy esta luz al fondo de sus ojos;

ya naceré después, llevo escrita mi fecha;

estoy aquí con ellos hasta que se despidan;

sin que puedan mirarme me detengo:

quiero cerrarles suavemente los párpados.

Fin sin fin

La que se irá al final será la vida,

la misma vida que ha llevado nuestros pasos

sin tregua a la velocidad de su deseo.

Se llevará también todas sus horas

y los relojes que sonaban y el sonido

y lo que en ellos siempre estuvo oculto

sin ser tiempo ni trastiempo...

Cuando haya de partir –se irá la vida,

ella y su música veloz entre mis venas

que me recorre con remotos cánticos,

ella y su melodiosa geometría

que inventa el ajedrez de estas palabras.

De todo cuanto miro en este instante

será la vida la que parta para siempre o para nunca,

es decir, la que parta sin partir, la que se quede

y con ella mi cuerpo noche y día,

siguiéndolas en sus luces y sus sombras...

Si, tal vez nadie se aleje de este mundo,

aunque se extinga cada quien en su momento.

-Nos iremos sin irnos,

ninguno va a quedarse ni va a irse,

tal como siempre hemos vivido

a orillas de este sueño indescifrable,

donde uno está y no está y nadie sabe nada.


No hay comentarios: