jueves, 27 de diciembre de 2007

CONFESIONES DE UN POETA. LEDO IVO (Traducción de José Carlos De Nóbrega)



XXIII

SIEMPRE SUEÑO QUE SOY OTRO .

Sueño que, siendo otra persona, ando por un corredor infinito (o un laberinto) en busca de alguien –y soy yo mismo ese alguien procurado.
Cada puerta abierta me muestra a mí mismo sentado delante de una mesa, y a la espera de la visita de ese otro que es el único, al paso que soy decenas.
Z . me cuenta que, durante su luna de miel, imaginaba ser el cáliz de una flor monumental. Le ocultaba, sin embargo, al marido ese pensamiento que, a su entender, tenía un dejo licencioso.
Desahogo de un individualista: “Prefiero una vagina a un comicio”.
Estaba casi sepultado, en la nieve del Central Park, aquel gorrión que el dios del frío matara.
En un parque, entre árboles, bichos, fuentes y piedras. Todos los seres y cosas que me rodean, dotados de voz o silencio, inmovilidad o movimiento, se convierten en señales de una realidad más profunda. El grillo inmóvil en el césped propone una analogía.
La aglomeración, ese jardín maculado donde recogemos la flor de nuestra propia soledad.
En París, un río atravesaba mi cuarto y los plátanos iluminaban mi amor.
Me siento en una jaula –tal vez la jaula que encierra a todos los hombres. Me ven el desaliento, la certeza de una condenación a muerte. Jamás la libertad habrá de abrir para mí sus portones brillantes.
Poesía, rosa de la inteligencia. Mas, cuando escribo un poema, siento que mis palabras derrumban las barreras de la inteligencia y avanzan por un nuevo territorio.
Estamos aquí en la Tierra para vivir, ¿pero dónde está la verdadera vida? Somos todos máscaras, actores de una pieza interminable.
En el racionalismo de los poetas, está siempre presente la nostalgia de la locura.
Siento nostalgia de incorrecciones, descuidos, impropiedades sintácticas y estilísticas. ¡Que el dios de los escritores me conceda hoy la gracia de cometer una apostasía! Llego a envidiar a X., que escribe en un pésimo portugués, lo que no deja de ser una forma de transgresión.
Nuestra vida verdadera es un misterio, al cual los otros no tienen acceso. El silencio con que la guardamos la protege como un escudo. Los otros nos aceptan o nos juzgan por lo que, en verdad, no somos. Y la aceptación y el juicio, en esos otros que se asemejan a nosotros por su misterio también inabordable o indescifrable, indican que vivimos y nos comunicamos gracias a nuestras máscaras.
Esta confidencia que me hizo un día G.F.: “Hubo un tiempo en que mi gloria incomodaba a mis enemigos. Ahora, ella comienza a incomodar a mis amigos”.
Muchas veces, lo que digo está oculto en lo que digo. Es un cuerpo que, escondido por la ropa del lenguaje, sólo se entrega a quien lo alcanza.
Mar, ese monosílabo inmenso que desde la infancia resuena en mis olvidos. Mar, palabra larga –la m de las olas levantadas e incesantes, la que contiene todas las aguas, la r final de las rocas y los arrecifes.
Las palabras son figuras. Cada una de ellas tiene un rostro, tronco, miembros. Ciempiés, una palabra dotada de cien pies.
La calandria bella como un pavo real.
La noche negra de las aguas vivas y pútridas. Seres minúsculos y desasosegados -¿promesas de peces?

UN POEMA NACIONAL: PATRIA MINHA DE VINICIUS DE MORAES (Traducción de José Carlos De Nóbrega)



PATRIA MÍA

Mi patria es como si no fuese, es íntima
Dulzura y voluntad de llorar; un niño durmiendo
Es mi patria. Por eso, en el exilio
Ayudando a dormir a mi hijo
Lloro de saudades de mi patria.
Si me preguntaran qué es mi patria, diré:
No sé. De hecho, no sé
Cómo, por qué y cuándo mi patria
Mas sé que mi patria es la luz, la sal y el agua
Que elaboran y derriten mi amargura
En largas lágrimas agrias.


Voluntad de besar los ojos de mi patria
De dormirla, de pasarle la mano por los cabellos...
Voluntad de mudar los colores de las ropas (¡auriverde!) tan feas
De mi patria, de mi patria sin zapatos
Y sin medias, patria mía
¡Tan pobrecita!


Porque te amo tanto patria mía, yo que no tengo
Patria, yo simiente que nací del viento
Yo que no voy y no vengo, yo que permanezco
En contacto con el dolor del tiempo, yo elemento
De unión entre la acción y el pensamiento
Yo hilo invisible en el espacio de todo el adiós
¡Yo, sin Dios!


Te tengo, no en tanto, en mí como un gemido
De flor; te tengo como un amor muerto
A quien se juró; te tengo como una fe
Sin dogma, te tengo en todo lo que no me siento apto.
En esta sala extranjera con lar
Y sin pie directo.


Ah, patria mía, recuérdame una noche en Maine, Nueva Inglaterra
Cuando todo pasó a ser infinito y nada tierra
Y yo vi que alfa y beta de Centauro escalarán el monte hasta el cielo
Muchos me sorprenderán parado en el campo sin luz
La espera de ver surgir la Cruz del Sur
Que yo sabía, mas amaneció...


Fuente de miel, bicho triste, patria mía
Amada, idolatrada, ¡salve, salve!
Qué más dulce esperanza encadenada
El no poder decirte: aguarda...
¡No tardo!


Quiero revisitarte, patria mía, y para
Revisitarte me olvidé de todo
Estuve ciego, estropeado, sordo, mudo
Vi mi humilde muerte cara a cara
Rasgué poemas, mujeres, horizontes
Quedaron simples, sin fuentes.

Patria mía... Mi patria no es florón, ni ostenta
Pendón no; mi patria es desolación
De caminos, mi patria es tierra sedienta
Es playa blanca; mi patria es el gran río secular
Que bebe nube, come tierra
Y orina mar.
Más de la que más gallarda mi patria tiene
Una fiebre, un querer bien, un bien
Un libertas quae sera tamen
Que un día traduje en un examen escrito:
“Libertad que serás también”
¡Y repito!

Pongo en el viento el olvido y escucho la brisa
Que brinca en tus cabellos y te alisa
Patria mía, y perfuma tu suelo...
Qué voluntad me ven al adormecerme
Entre tus dulces montes, patria mía
Atento al hambre en tus entrañas
Y al batuque en tu corazón.

No te diré el nombre, patria mía
Tu nombre es patria amada, es patriecita
No rima con madre gentil
Vives en mí como una hija, que es
Una isla de ternura: la Isla
Brasil, tal vez.

Ahora llamaré a la amiga cogujada
Y pediré qué pieza al ruiseñor de día
Qué pieza al sabiá
Para llevarte presto este avigrama:
“Patria mía, saudades de quien te ama...
Vinicius de Moraes.”

POEMA DE ANA CRISTINA CESAR (Traducción de José Carlos De Nóbrega)


Hubo un poema
que guiaba su propia ambulancia
y decía: no recuerdo
ningún cielo que me consuele,
ninguno,
y salía,
sirenas bajas,
coleccionando los restos de las conversaciones,
de las señoras,
“para que nada se pierda
o se olvide”,
proverbial,
aunque herido,
hubo un poema
ambulante,
cruz roja
sonámbula
que huyó
y se fue
inolvidable,
irremediable,
criba abajo.

MAR ABSOLUTO. CECÍLIA MEIRELES (Traducción de José Carlos De Nóbrega)


MAR ABSOLUTO

Fue desde siempre el mar.
Y multitudes del pasado me empujaban
como el barco olvidado.


Ahora recuerdo que hablaban
de la revuelta de los vientos,
de linos, de cuerdas, de hierros,
de sirenas dadas a la costa.


Y el rostro de mis abuelos estaba caído
por los mares de Oriente, con sus corales y perlas,
y por los mares del Norte, duros de hielo.
Entonces, es conmigo que hablan,
Soy yo que debo ir.
Porque no hay más nadie,
no, no habrá más nadie,
Tan decidido a amar y a obedecer a sus muertos.

Y tengo que buscar a mis remotos tíos ahogados.
Tengo que llevarles redes de rezos,
campos convertidos en velas,
barcas sobrenaturales
con peces mensajeros
y santos naúticos.

Y quedo tonta,
despierta de repente en las playas tumultuosas.

Y me apresan, y no me dejan siquiera mirar la rosa de los vientos.
“¡Para adelante! ¡Por el inmenso mar!
¡Liberando el cuerpo de la lección de la arena!
¡Al mar! - ¡Disciplina humana para la empresa de la vida!”

Mi sangre se entiende con esas voces poderosas.
La solidez de la tierra, monótona,
nos parece flaca ilusión.
Queremos la gran ilusión del mar,
multiplicada en sus mallas de peligro.
Queremos su solidez robusta,
una solidez para todos los lados,
una ausencia humana que se opone al mezquino bullir del mundo,
y hace el tiempo enterizo, libre de las luchas de cada día.

El aliento heroico del mar tiene su polo secreto,
que los hombres sienten, seducidos y medrosos.

El mar es sólo el mar, desprovisto de apegos,
matándose y recuperándose,
corriendo como un toro azul por su propia sombra,
y arremetiendo con bravura contra nadie,
y siendo después la pura sombra de sí mismo,
por sí mismo vencido. Es su gran ejercicio.

No necesita del destino fijo de la tierra,
él que, al mismo tiempo,
es el bailarín y su danza.

Tiene un reino de metamorfosis, para la experiencia:
su cuerpo es su propio juego,
y su eternidad lúdica
no apenas gratuita: mas perfecta.

Baraja sus altos contrastes:
caballo épico, anémona suave,
se entrega todo, desprecia todo,
sustenta en su prodigioso ritmo
jardines, estrellas, colas, antenas, ojos,
mas es deshojado, ciego, desnudo, dueño apenas de sí,
de su contundente grandeza despojada.

No se olvida que es agua, al desdoblar sus visiones:
agua de todas las posibilidades,
mas sin ninguna franqueza.

Y así como agua me habla.
Me arroja caracoles, como remembranza de su voz,
y estrellas erizadas como convite a mi destino.
No me llama para que siga encima de él,
ni por dentro de sí:
mas para que me convierta en él mismo. Es su máximo don.

No me quiere arrastrar como mis tíos otrora,
ni lentamente conducida,
como mis abuelos, de serenos ojos certeros.

Me acepta apenas convertida en su naturaleza:
plástica, fluida, disponible,
igual a él, en constante soliloquio,
sin exigencias de principio y fin,
desprendida de tierra y cielo.

Y yo, que viera cautelosa,
por buscar gente en el pasado,
sospecho que me engañé,
que hay otras órdenes, que no fueran bien oídas;
que otra boca hablaba: no solamente la de antiguos muertos,
y el mar a que me mandan no es apenas este mar.

No es apenas este mar que retumba en mis vitrales,
mas otro, que se parece a él
como se parecen los bultos de los sueños dormidos.
Y entre agua y estrella estudio la soledad.
Y recuerdo mi herencia de cuerdas y áncoras,
y encuentro todo sobrehumano.
Y este mar visible levanta para mí
una cara espantosa.

Y se retrae, al decirme lo que preciso.
Y es luego una pequeña concha hirviente,
mancha líquida e inestable,
célula azul sumiéndose
en el reino de otro mar:
¡ah! Del Mar Absoluto.

domingo, 23 de diciembre de 2007

MARX Y LA LITERATURA BURGUESA


MARX Y LA LITERATURA BURGUESA.

Un conocido revolucionario del siglo XIX llamado Karl Marx, a quien nadie puede acusar de proclividad pequeño burguesa, recitaba a Shakespeare de memoria, se extasiaba con Byron y Shelley, elogiaba a Heine y consideraba a ese reaccionario de Balzac como un admirable gigante. Y tanto él como F. Engels se lamentaban de que un genio como Goethe se rebajase al filisteísmo y a los honores de su pequeño ministeriazgo ducal. No ignoraban sus contradicciones humanas y filosóficas, sabían perfectamente hasta qué punto Goethe era un artista de las clases reaccionarias; pero no obstante lo amaban y admiraban, lo consideraban como una contribución definitiva a la cultura de la humanidad.

Hermosa lección para ciertos revolucionarios de bolsillo.

Pienso que el signo más sutil de que una sociedad está ya madura para una profunda transformación social es que sus revolucionarios se revelen capaces de comprender y recoger la herencia espiritual de la sociedad que termina. Si eso no sucede, la revolución no está madura.

Ernesto Sábato: “El escritor y sus fantasmas”, Seix Barral, 2004.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

AGUINALDOS PARRANDIGMÁTICOS. Marcelino Gil


Aguinaldos parrandigmáticos

Marcelino Gil

Niño:

Ya viene el aroma
y el fulgor que emanas.
Ojalá vinieras
todas las semanas.


Por eso te pido
con plena humildad,
estos favorcitos
para Navidad:

Que no les dé nada,
ni gripe, siquiera,
a Marcos González
y a Escobar Cabrera.

Gastando zapatos
por tomarte fotos
Rafael Ojeda
ya los tiene rotos.

Hazle unos cariños
a José Bruzual,
porque al fin y al cabo
no se porta mal.

Que perdone, ruégale,
a tu padre Dios,
todos los pecados
de Alfredo Veloz.

Trae desde el Cielo
un tarro de miel
para que se endulce
Gustavo Montiel.

Advierte a Oliveros
di rendersi conto
porque el negro gallo
cantará muy pronto.

Hazle a las viuditas
sabrosas maldades.
Y, para que goces
estas Navidades,

Junta a los políticos
y poetas malos:
Agarra un garrote
y les caes a palos.

Dibuja unos marzos
con color de abriles,
para el calendario
de Francisco Ardiles.

Ponte filosófico
y habla de Bergsón
para que disfrute
Miguel Patacón.

Dime si es verdad
que en algún verano
cantaste un bolero
con García Marcano.

Tú, que eres la cura
de los peregrinos,
cura la saudade
de Orlando Chirinos.

Formúlame ahora,
que ya voy de ida,
una teoría
de la despedida.

Vete a Miraflores
y al más puro obrero,
regálale el libro
de Orlando Baquero.

Sálvame del odio
y efluvios letales,
de tantos liróforos
departamentales.

Tú, que en Cumarebo
las fiestas alargas,
decreta una eterna
para Ciro Vargas.

Si te sientes íngrimo
en la noche lóbrega,
busca que te cuide
José Carlos Nóbrega

Ve con Freddy Ordaz,
visítalo un rato,
quién quita y se atreva
a hacerte un retrato.

Vente al Rectorado,
rompe las rutinas,
repartiendo magias
por las oficinas;

haz que los burócratas
se mueran de asombro,
cuando se contemplen
tu luz en el hombro.

Llévate a Elio Araujo
a patear Los Andes,
y empaten en ésa
a Quintín Hernández.

Reconforta a Pedro,
(aquél de Carora),
que en la noche ríe
y en el día llora.

Tráete en este viaje
para Andrés Cerceau,
las fotos del Diablo
que Capa tomó.

Labra un verso único
de insólito dejo,
y se lo regalas
a Eugenio Montejo.

Para que enjoyeles
tu regia región
llévate los ojos
de María Garzón.

Dale a Ralph Granado
sabias instrucciones:
Que mezcle una lágrima
con las libaciones.

Al poeta Burgos
no lo desampares:
Dale muchas vírgenes
y muchas Guanares.


Y si te lo llevas
deja testimonio
de que está en la Gloria
junto a su unicornio.

Dale a Lenín Sánchez
ron Aniversario
cuando llegue al Cielo
con su Diccionaurio.

Si te vas solito
por los medanales,
llévate la brújula
del Negro Querales.

Vente a que te den
una clase rara
Emeterio Gómez
y el Gordo Guevara.

Pásate una tarde
bebiendo feliz
en el Bar Modelo
y en el Le París.

Y si la parranda
se pone bonita,
agarra tu taxi
para La Guairita.

Que te lo prescriba
-dile a Carlos Rojas-
tu antidepresivo
por si te acongojas.

Coda

Y a mí, no me traigas
nada, pero nada.
Ni bueno ni malo:
Ya voy de arrancada.

Estos son los últimos
versos que te escribo:
El año que viene
no voy a estar vivo.

Ya no tengo huesos
ni tengo ya músculos:
Me pasé los años
mirando crepúsculos.

Sólo tendré algo
cuando sea cadáver:
Y eso será herencia
del viejito Fáver.

Báñanos con toda
tu luminiscencia,
para que sea bello
morir en Valencia.