jueves, 14 de agosto de 2008

Poema de Alfredo Zabala (Fragmentos)

Señor cuando yo muera

Señor,
Cuando yo muera abrígame con tu amor,

Para que mi perenne partida
No la enloden mis heridas.

Que mis caminos sean nubes de blancura
Para que expurgue de mi alma todas mis amarguras.

Y mis poemas de tétrica soledad
Encuentren en el cielo su libertad.

Al igual que yo, que se suelten de las cadenas
Para que asciendan al cielo libres de penas.

Señor,
Cuando yo muera
Voy a llevarme de mi madre su dolor.

Para enjuagar mi faz
Con cada unas de sus lágrimas
Y sentir la frescura de su amor solaz.

Que sienta que la muerte,
No es un adiós, solo es un hasta luego,
Es un lugar donde el amor se hace más fuerte.

Señor,
Cuando yo muera,
Con toda mi alma quisiera
Llevarme de mi hijo un pedacito de su amor.

Decirle que su padre fue un frustrado poeta.
Poeta que la felicidad jamás encontró,
Y en su propio dolor se enclaustro
Para vivir el dolor que aun lo atormenta.

Que mi alma ha renacido
A la verdadera vida,
Solo han fenecidos
Mis crueles heridas.

Que no hay madero que cargar
Sobre los hombros lacerados.
No hay que caminar
Por los caminos llenos de pérfidos.

Que el amor a la vida
Es la verdadera muerte.
Esto que llaman vida
Es un mundo de indolentes.

Señores,
Cuando yo muera,
Quiero ver a mí alrededor,
Gentes, vertiendo lágrimas de amor,
Para sentir el amor de alguna manera.

A plena aurora
Yo plasmare en mi faz la alegría,
Para oír de la gente a cada hora
Que en mi yerta faz aun mora
Mi loca fantasía.


Que cuenten la historia
De quien yace en la urna,
Que digan que yo disfrace mi melancolía,
Con la falsa alegría,
Mi vida fue una cruel condena.

Señor,
Cuando yo muera y venga la que le di mi amor,
La que enterró en mi pecho el puñal,
Que entre al luctuoso salón
Para que al verme sienta en su corazón
Un amor que no conoce final.

Que contemple mi sonrisa media yerta
Y mi dolor, al que a ella aun atormenta.
Que mi indeleble amor y mi dolor inmortal
No lo empañe con sus lágrimas necias,
Porque al sentir de nuevo su hipocresía
Removerá en mi pecho el puñal.

Que recuerde solo cosas bellas
Para que sus ojos se lustren cual rutilante estrellas,
Y yo, pueda entrar a lumbral.
Que enfrente con dignidad sus karmas
Y libere el pecado de su alma,
Y al amor, de su dolor mortal.

Como un último ruego,
Que solo me diga hasta luego.
Que me despida con una sonrisa llena de bondad,
Para que abrigue de esperanza al amor
Y no se marchite como la flor,
Y lo encuentre remozado, más allá de la eternidad.

Alfredo Zabala. poeta de San Joaquin. Miembro fundador de la Fundación de poetas de San Joaquin. Este poema esta en su libro LETRAS Y VOCES (2006) publicado por Editorail Nuevo Ser, BuenosAires, Argentina.